La obra titulada "La novela de la Patagonia" fue publicada a finales de 1938 en Buenos Aires, por la entonces famosa Editorial SER, hoy desaparecida. Con un cierto carácter autobiográfico, narra las vivencias de su autor, durante los 20 años que pasó en Patagonia, divididas en lo que él llama “mis viajes “, que fueron cinco, siendo el último de doce años.
Ignacio Prieto del Egido, en la Dedicatoria de su obra, exclama : “ Para los obscuros e ignorados pobladores de tierra adentro; para los anónimos forjadores de la riqueza argentina; para los gauchos criollos, hermanos de raza y de penurias de los Santos Vega, los Martín Fierro y los Segundo Sombra que, en los apartados lugares del país , abnegada y pacientemente, labran como nadie la grandeza y prosperidad de la patria “.
El prologuista de aquella primera edición de 1938, Julio R. Barcos, ensalza la creación literaria auténtica describiéndola como “una novela objetiva del medio telúrico como espectáculo antitético al de la ciudad. Y la aclimatación sicológica del poblador urbano que llega como avanzada de la civilización nacional”
Quien firma el prólogo de esta segunda edición, es sobrina carnal del autor y por ello no puede sustraerse a la evocación de los recuerdos personales del entorno familiar que ha rodeado a ambos, tío y sobrina.
Conocí a mi tío Ignacio en el verano de 1952, en Astorga, en la primera y única vez que visitó España. Tenía 57 años y hacía 38 que había “cruzado el charco” hacia Argentina. Era yo muy niña pero pude percibir que su estancia era algo muy especial para la familia de mi madre. Un regreso triste, porque ya faltaban sus padres y dos hermanas. Y sobre todo porque las ideas progresistas de Ignacio, no entonaban bien con el cerrado ambiente político y social imperante en España en aquella época.
Corría el año 1914...cuando Ignacio Prieto del Egido decide abandonar con 19 años, su hogar, su familia y su mundo en Astorga. Antes de ser llamado a cumplir el servicio militar - ante la perspectiva de acabar combatiendo en la guerra colonial de Marruecos - emigra a una nación próspera y lejana, Argentina, a la que le unen ciertos vínculos familiares, en busca de un futuro mejor. Huye, quizás también, de una crisis general, política, social, económica y probablemente personal. Una crisis colectiva que llevará a la vieja Europa a una guerra espantosa de dimensión mundial, hasta entonces desconocida. Y por aquellos años, Argentina necesitaba europeos que poblaran sus tierras vacías y para ello, entre 1880 y 1930, su Gobierno apoyaba los desplazamientos migratorios, subvencionando los pasajes desde el viejo continente hacia el Cono Sur.
Mi encuentro con tío Ignacio tuvo lugar en la gran casa familiar de la Plaza Mayor de Astorga, que durante 30 años albergó el Consulado de Argentina en la Maragatería, y en cuyo balcón ondeaba orgullosa la bandera blanquiazul. ¡ Cuantas veces, en mi niñez, “volé” con mi imaginación, hacia aquel país rico y lejano que despertaba en mi querencias y emociones especiales !.
Debido al cargo Consular de su tío político, Santiago Alonso Criado, Ingeniero de Caminos que había trabajado en la medición del Gran Chaco e indiano regresado de América, la nación argentina era muy estimada por la familia del Egido. Sabíamos de la presencia de nuestros familiares en Buenos Aires y Santa Fe. También en Montevideo. Por ello, la oportunidad de conocer personalmente a un pariente argentino fue muy importante para mí. ¡Precisamente era mi tío y además era escritor!.
Recibí entonces de sus manos, el regalo de dos ejemplares de su “Novela de la Patagonia” que, dada mi edad, me fue imposible leer entonces.
Tío Ignacio falleció en 1966 y yo visité Buenos Aires treinta años más tarde, en 1997. Fue un viaje sentimental, en el que aún desconocía mucho lo que hoy en día sé sobre mi familia argentina. Volviendo a leer la Novela, me enamoré en la distancia de aquellas tierras y entendí el espíritu aventurero de mi tío y su afán por escribir. Escribir era su vida, porque como varias veces afirma de Germán, protagonista de la obra y alter ego de Ignacio, en su obra “… amaba las letras, sentía pasión por la literatura, pero tenía que dedicarse a los números “.
Recientemente jubilada de mi docencia universitaria, mi tiempo libre me ha permitido volver con más detalle sobre este libro, leído hace ya muchos años, aunque casi olvidado en los anaqueles de mi biblioteca. Su lectura me atrapó por completo, mucho más que la primera vez, e hizo resurgir en mí aquellos recuerdos singulares.
Esta es una de las razones del patrocinio de la segunda edición de esta novela patagónica.
Fue a raíz de la relectura activa de la obra principal, cuando me propuse indagar en la historia argentina de mi familia materna y especialmente en la de mi tío Ignacio. Por mi oficio universitario, la investigación histórica ha sido una de mis tareas y es hoy uno de mis placeres. Y es precisamente “La Novela de la Patagonia” el hilo conductor de esta actual investigación familiar. A través de su realidad y ficción, se muestra una historia, una vida, un tiempo y unas circunstancias que enmarcan la epopeya de un emigrante español, que se busca la vida en aquella, entonces, inhóspita región argentina.
Ahora se cumple un siglo de la llegada de Ignacio a Buenos Aires; y 75 años de la primera edición de su novela. Creo, por tanto, que es una ocasión de oro para reeditar su obra más importante, Juzgo también de justicia, dedicar a su recuerdo este trabajo de recuperación de su memoria histórica. Cuando, además, su sobrina ama tanto las letras y los viajes como el autor de esta novela.
No es tarea fácil prologar la obra de un autor con el que nos unen profundas vinculaciones sentimentales; cabe la posibilidad de exagerar los elogios y quizás con ello desvirtuar la visión de la obra. Por eso he preferido que sea una gran amiga, experta en Literatura, la catedrática Carmen Casado, quien nos acerque a través de sus Comentarios, a un somero análisis de esta obra.
Nos explica la doctora Casado que “esta es una novela acorde con el contexto literario de la primera mitad del siglo XX, aunque sin renunciar a su espíritu romántico, como se explica en la introducción, en la que nos presenta a Germán, el protagonista del relato y alter-ego del autor en su búsqueda del ideal de alcanzar el éxito como escritor”.
Pero es, ante todo, continúa “el contacto con los indígenas lo que vertebra la simbiosis entre la tierra y sus habitantes, así como la toma de contacto de Germán con su nueva realidad. No podía faltar la reflexión de tipo social, tan inseparable de la novela de estos años. Su curiosidad le lleva a fijarse en las diferentes etnias que pueblan la región, pero le atrae, de modo especial, el mundo de los araucanos. Aprende su lengua y sus costumbres: El carácter de Germán se va afirmando a medida que su comunión con la tierra se va consolidando. Esa unión dará sus frutos en la personalidad del joven, y el más notorio será el sentimiento de libertad “.
“La novela está escrita en tercera persona con un autor omnisciente que ofrece continuamente el punto de vista del personaje como su alter-ego. El interés del autor se focaliza en dos vertientes: una, puramente costumbrista y, otra, de carácter psicológico, primando la primera hasta tal punto que podría decirse que Germán no es sino el soporte o recurso del autor para potenciar su intención de dar a conocer la Patagonia, en un momento histórico en el que aquella región remota, se encuentra en tránsito hacia una etapa más moderna, pero también perdiendo los encantos de aquella situación ante-histórica “.
Y continua… “En un espíritu romántico como el suyo, era lógico que la imponente naturaleza de la Patagonia en estado puro y salvaje le produjera un fuerte impacto. Lo mismo le ocurre con los indígenas. Idealiza su mundo en la línea del «buen salvaje al oponerlo a la mezquindad del hombre blanco, en la misma línea de la novela Raza de bronce, del boliviano Alcides Arguedas de quien arranca el indigenismo andino. Como he indicado, en esa continua exaltación de la Patagonia, abundan los comentarios que podrían calificarse como de tipo «social», al constatar las abismales diferencias entre la vida urbana y la vida de los araucanos, pero es claro que el propósito del autor no es reivindicativo, sino que parece que esos comentarios potencian la exaltación del indígena al aparecer como víctimas inocentes del poder centralista “.
Para concluir.. “podemos decir que el autor antepone la eficacia a la retórica y sus dotes como escritor alcanzan sus mejores momentos en las descripciones de la Patagonia, la viveza en la pintura de ambientes o los retratos de personajes secundarios que animan aquellas descripciones. La estructura externa está bien cuidada, manteniendo en todo momento esa dualidad entre campo y ciudad, así como entre amor ideal y amor carnal y, presidiendo esa dualidad, la profunda herida interior de Germán resultante de contraponer su vida soñada a su vida real “.
En resumen, una novela muy interesante, producto de su tiempo y exponente del «sueño americano». En este caso, un sueño americano al sur profundo del continente.
Bilbao, 11 de Octubre de 2012.
Dra. Julia Gómez Prieto
Profesora Emérita
Universidad de Deusto
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