Ignacio Prieto del Egido es uno de nuestros escritores nuevos más cultos y humanos. Perito mercantil... bancario... comerciante... escritor... viajero impenitente… Prieto del Egido, repartió por igual sus días entre los números y las letras. Ha contemplado la vida desde distintos ángulos, diversos países y contrapuestas latitudes, acumulando experiencia, desarrollando su don de observación, sensibilizando su espíritu, templándose en la brega. Conoce a la perfección el oficio de hombre. Se graduó en la academia fecunda del sufrir. Joven por la edad, nos resultaría viejo si lo consideráramos por las esperanzas perdidas y las ilusiones muertas... “es un ya viejo —aunque por su apariencia mozo—luchador por la vida, que, al vivirla, sufrió todos sus dolores y por sufrirlos hubo de amarla”..., dijo de él Rodrigo Soriano en una semblanza. Y es que Prieto ha madurado prematuramente en el rudo batallar por la existencia, en los bruscos encontronazos con la adversidad, que le han hecho comprender los fenómenos humanos y ver el verdadero lado de las cosas, haciéndolo filósofo... Es optimista, sin embargo. Su inmellable espíritu se ha levantado las mil veces que ha caído, y ha sabido oponer a cada ilusión desvanecida, una nueva quimera que lo ha iluminado. Tiene fe. Ama la verdad, la justicia y la belleza. Cultiva el humorismo, que es la salud del alma...
Los majestuosos picachos andinos, entre los que vivió largos años, comunicaron a su visión amplitud de horizonte y agigantaron su alma. El primitivismo de aquella vida cordillerana, lo hizo gaucho. Y porfió, después, durante toda su vida en favor de los territorios, de los que fue uno de sus más fervorosos líderes, defendiendo sus derechos y sus grandezas. En dos libros y cinco obras de teatro, amén de conferencias y artículos innúmeros, ha expuesto las costumbres y problemas de la Patagonia, con gusto literario y clara visión política. Prepara un libro de “Cuentos neuquenianos” y abriga el propósito de dar forma a su planeada novela —verdadera novela patagónica—, “Indios y cristianos”. Sus obras patagónicas no son meras colecciones de datos, conclusiones de congresos, acumulación de estadísticas, trabajos de compilación; sino creaciones artísticas, producciones originales, de valor literario y documental.
“Hay libros hechos de libros y libros hechos de vida”, sentenció Unamuno. Los de Prieto son de los segundos. Están impregnados de vida, preñados de humanidad. Le sobran episodios en su azaroso vivir y en su directa observación de la vida, para llenar páginas y formar volúmenes. No es él un autor neo sensible, de cultura exclusivamente libresca, elaborador frío de literatura aguanosa y culteranista. Prieto conoce el mundo y lo interpreta; conoce la vida y la traduce. Su tema predilecto es el del hombre.
Media docena de libros originales —algunos de los cuales ha visto agotarse—, varias conferencias y cientos de artículos y colaboraciones aparecidas en publicaciones del país y del extranjero, forman su haber literario. Al estudio de su labor ha dedicado el meduloso escritor Juan Julián Lastra, un interesante trabajo critico que integra su libro “Impresiones literarias''.
EDITORIAL SER.
Rodolfo A. Bardelli – Alfredo M. Ghioldl
Buenos Aires. 1938
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